A nuestros difuntos



La lamparilla que arde ante las reliquias, la encontró medio apagada, no quedaba más que un débil destello en la mecha carbonizada. 

Sin embargo, consiguió encender su vela, y, gracias a su vela, se fueron encendiendo todas las de la comunidad. 

Fue aquella lamparita medio apagada la que produjo aquellas hermosas llamas que, a su vez, hubieran podido producir infinidad de otras e incluso incendiar el universo. 

Sin embargo, la causa primera de ese incendio se debería siempre a aquella lamparita. ¿Podrán entonces las hermosas llamas, sabiendo esto, gloriarse de haber provocado semejante incendio, cuando ellas mismas sólo se encendieron gracias a aquella centella?

A todos aquellos que ya no están y que dieron su vida por una humilde fe y un noble ideal.

La comunión de los santos.

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